sábado, 6 de octubre de 2012

Aquel pin, un pequeño tesoro

Hoy quisiera convertirme en el pequeño niño de la imagen que bordea el fondo de éste blog y escribir una pequeña historia familiar relacionada con nuestro "equipillo".

Me he dispuesto a subir aquellas escaleras que llevan junto a las viejas casas de la loma de Ingeniero Salinas y allí sentado mirando al horizonte, mucho más allá de la torre de Fedora, donde la linea del mar se une con el cielo, me envuelvo en los recuerdos que me adentran en la ciudad del Aaiún (Sahara Occidental) donde viví junto a mis padres los primeros años de mi vida... en aquel lugar fue donde todo empezó.

Era el año 1971 cuando iba yo camino de mis siete años. Una buena mañana estando con mi madre en casa, ella me comentó:
- anda y ponte la ropa de La Unión Deportiva que papá te vendrá a recoger... te tiene preparada una sorpresa.
Y así fue, así lo hice, me puse aquel equipaje que me regalaron por reyes con la emoción y la incertidumbre por saber que es lo que mi padre me tenía preparado.
Un rato después allí apareció a recogerme, nos subimos al coche y partimos camino del aeropuerto del Aaiún, donde él trabajaba. Mi padre sabía que el equipo cada vez que tenía partido en Málaga o Sevilla, el avión en el que viajaba la expedición amarilla hacía una pequeña escala técnica en aquel pequeño aeropuerto.

Allí esperamos hasta que vimos llegar el vuelo que tomaba tierra, y desde uno de los ventanales los vi bajarse del aparato, todos vestidos iguales mientras se dirigieron al restaurante para estirar los pies y tomar algún pequeño refrigerio. Como en un sueño me vi envuelto en la emoción del momento casi asustado como un enano entre tanto gigante, verles vestidos a todos tan elegantes con aquellos trajes de pantalón gris, camisa blanca, corbata y chaquetas azul marino donde destacaba aquel escudo bordado de hilo brillante que tanto llamaba mi atención, allí entre todos ellos con la ilusión de aquel momento, me latía el corazón con fuerza... Tonono, Germán, León, Castellano, Niz, los Gibertos I y II, Hernández. De todo aquello hubo un momento muy especial para mi en el que Antonio Betancort posó la gran palma de su mano para acariciarme la cabeza dedicándome una extensa sonrisa (acababa de volver al equipo después de muchos años en el R.Madrid) y Martin Marrero (Martín II) seguidamente se acercaba a mi y se puso en cuclillas a mi altura diciéndome también con una sonrisa en su boca: - ¿qué pasó nené? ¿cómo estás? mira tengo un pequeño regalo para ti, y metiéndose la mano en el bolsillo de la chaqueta sacó un par de pins (de imperdible) y una pinza de corbata con el escudo de La UD Las Palmas poniéndolos en mi mano y despidiéndose con un beso mientras yo tímido le daba las gracias... ese fue un momento que siempre he tenido presente y que siempre me ha quedado a lo largo de mi vida como aficionado.

Guardé con mis cosas uno de aquellos pins como algo muy mío, y durante días lo estuve observando como niño curioso. Aquella cosa tan pequeña, la corona, sus colores y el brillo dorado que desprendía, parecía que me hablaba, todo aquello me decía algo. Y es que en casa se vivía a través de mis padres aquella afición al "equipillo" con pasión, verdaderos aficionados que acudían juntos al estadio desde que se casaron y aun en la distancia de aquel Sahara español donde vivimos unos años, tengo el recuerdo de la imagen familiar alrededor de una vieja radio, los sonidos y las noticias amarillas que nos llegaban a través de la onda media con las voces de Antonio Lemus o Segundo Almeida, los jolgorios de mis padres con los goles del equipo... mis primeras penas y alegrías que empezaron hacer brotar un sentimiento nuevo en mí.
A lo largo de aquellos años por diferentes motivos se repetían nuestros viajes a Las Palmas sobre todo por vacaciones y visita obligada, el Insular, donde los sonidos y las fotos de los periódicos en blanco y negro se volvían de colores y olores de verdad, los originales. Sentados en nuestra naciente del alma donde empezaba a notar tan pequeño como se me encogía el estómago cada vez que la afición rugía. Todo eso son sensaciones que te meten el gusanillo el cuerpo y que ya jamás se pueden olvidar, quedan impresas para siempre.

En el año 72 después de siete años, nos volvimos al terruño querido y durante casi treinta me convertí en el compañero de grada de mis padres allá por la vieja Naciente... a ellos les debo este sentimiento.

Hace ya unos pocos meses, sufrimos la repentina y desafortunada perdida de nuestra madre en el seno familiar... y son en momentos como estos cuando la familia se une y se empiezan a recordar los momentos que esa persona tan importante deja tras de si y...  esas cosas que ella guardaba. No hace mucho y en una pequeña cajita encontré objetos, fotos etc. entre otras tantas cosas personales que ella tenía de mí, cuál fue mi sorpresa... un pin, un pequeño tesoro con el escudo de La UD Las Palmas con más de cuarenta años, aquel que me regaló un futbolista amarillo, aquel lateral derecho llamado Martín Marrero. Puedo asegurar que sentí la misma emoción que cuando lo vi por vez primera, y hoy como entonces después de volver a ver la luz lo vuelvo a mirar de aquella misma manera como cuando era niño.

Ojalá, quizás se convierta en un buen amuleto y una buena premonición para volver a revivir aquellos tiempos de antaño con nuestro equipo. Sinceramente, ha sido un bonito y emotivo reencuentro con mi interior más amarillo.

                         (Imagen de mis padres en la vieja Naciente y el Pin encontrado)

Quiero dedicar ésta primera entrada al blog, a todos aquellos que han dejado y siguen dejando en herencia éste enorme sentimiento para que generacionalmente no se pare y siga creciendo, en especial a mis padres y por supuesto a la memoria de ella.






1 comentario:

  1. Bonita historias mas si es ta relacionada con nuestro equipo amarillo. Es lo que pones al final que este centímiento no muera y enseñarle a nuestros pequeños cual es su equipo y cuales son sus colores...

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