Hay fechas en la Historia de La U.D. Las Palmas que quedarán
para siempre ancladas en la memoria de aquellos que las vivieron por la
trascendencia de esos momentos.
El 25 de Mayo de 1975 fue una de ellas.
Ese día se jugaba en el Estadio Insular el último encuentro
de liga de aquella temporada ante el Celta de Vigo. Este enfrentamiento se había convertido en un
partido vital para los intereses de ambos clubs. Los dos equipos se jugaban el
mantener la máxima categoría. Había que ganar si o si.
Esto hizo que se convirtiera en el encuentro de la jornada para los medios de comunicación tanto a nivel local como nacional, generándose una gran expectación.
Esto hizo que se convirtiera en el encuentro de la jornada para los medios de comunicación tanto a nivel local como nacional, generándose una gran expectación.
El Estadio Insular se convirtió como ya era común en
aquellos tiempos en una olla a presión con uno de aquellos llenazos hasta “Las Arenas”, como siempre en los grandes momentos con una afición amarilla volcada
con sus jugadores por todo lo que suponía aquel último encuentro.
Se ganó aquel partido 3-1 logrando así que el equipo
mantuviera la categoría.
Fue de esos partidos especiales, con la esencia de una
hinchada amarilla entregada, y con muchos momentos que te quedan en la retina
para siempre. Uno de ellos, aquel tercer gol marcado por Quique Wolf cuando quedaban ya pocos minutos para
finalizar el encuentro, un tremendo gol para enmarcar y que hizo que el Insular
se viniera abajo haciendo que del viejo campo se movieran todos sus cimientos,
creándose también una gran “polvajera” de arena en los que desde arriba, en la Loma
de Ingeniero Salinas emocionados disfrutaban de aquel “orgásmico” momento.
Cuando sonó el pitido final el Estadio se convirtió en una
fiesta. Imágenes como siempre en ese tipo de momentos llenos de emociones y alegría
por la gesta conseguida… abrazos tanto en el césped como en la grada, vítores y
aplausos, una fusión total del equipo con su afición que terminó con una vuelta
de honor en aquel bendito Insular.
Entre tantos detalles en la que la alegría te invade siempre
hay cosas que jamás te puedes imaginar.
Una gran ovación acompañaba a la formación en aquella vuelta
al campo, pero nadie en aquel momento podía pensar que sería la última vez que
veríamos en aquel terreno de juego al buen capitán, a nuestro añorado Tonono.
Allí estaba él acompañando a sus compañeros en su última
carrera ante su afición. Como si no quisiera ser más que ellos se había
despojado de sus galones, quizás en un gesto de humildad. En su mano izquierda
portaba su brazalete de capitán como queriendo ser uno más en aquel baño de
multitudes, era casi como un presagio.
Minutos más tarde, después de aquella gran fiesta abandonaba el terreno de juego por el túnel de vestuarios con su brazalete en la mano para ya jamás volverlo a ver en el verde del Insular. Quince días más tarde Antonio se nos marchó para ser leyenda, para ser el eterno número cinco.
Minutos más tarde, después de aquella gran fiesta abandonaba el terreno de juego por el túnel de vestuarios con su brazalete en la mano para ya jamás volverlo a ver en el verde del Insular. Quince días más tarde Antonio se nos marchó para ser leyenda, para ser el eterno número cinco.
De esos años en los que uno empezaba a tener cierta consciencia
de lo que significaba sentarse en las gradas de aquella Naciente, siempre me quedaré con lo que los mayores que
estaban a mi alrededor hablaban de él…
era como la melodía de Chabuca Granda “fina estampa” caballero de fina estampa, un lucero…
Y es que oír hablar de aquel gran jugador hizo que desde
temprana edad me fijara en cada uno de aquellos movimientos que efectuaba. Qué
limpieza! vaya serenidad! qué elegancia! decían algunos. Era fácil tener la
mirada fijada en aquella camiseta amarilla con el cinco en la espalda que de
alguna manera nos guiaba en la retaguardia.
Con Tonono muchos aprendimos que significaba ser el hombre
libre en la zaga, aquel que cubría la espalda de sus compañeros, saliendo al
cruce con una tremenda precisión y finura, comparable en aquel tiempo con el mejor central
del mundo, "el Kaiser" Franz Beckenbauer al que todos acabábamos de ver por
televisión hacía no mucho tiempo ganar un mundial.
Hace unos días he tenido la oportunidad de contemplar unas
imágenes entrañables que me transportaron a aquellos momentos estelares y que trajeron el
recuerdo siempre nostálgico de ese jugador exacto… del reloj, el Omega… al inolvidable Antonio –
Tonono.
Siempre su recuerdo.
Aspecto del Insular y las arenas en ese último partido de la temporada 74-75 |